domingo, 24 de abril de 2011

Cuentos para Aprender: La Burrita Amarilla

LA BURRITA AMARILLA.
Por: María Mercedes Gómez M.

Había una vez una burrita nacida del sol y la luna. Sus crines eran doradas como el sol y su cuerpo era plateado como la luna y el acero. Su papá al verla tan fuerte, tan grande y tan rubia la llamo con cariño y orgullo: “Mi Burra Amarilla”. Su madre, Luna trabajadora, pendiente de los ciclos, las mareas, los lobos… siempre estuvo y está pendiente de ella: de cuidarla, de alimentarla, de mimarla y el Sol -su papá- no se cansó y no se cansa nunca de contemplarla.

La Burra Amarilla sabía de sus dones y los usaba con inteligencia, sin grandes pretensiones, pero si segura de que su mayor Don era su fuerza y las ganas constantes de trabajar. Ella era así, grande e intensa, rara vez rebuznaba, solo lo hacía cuando: se aburría mucho, mucho, mucho; u otro animal del monte la molestaba… Allí rebuznaba sí: FUÉRTEMENTE COMO ERA ELLA y si tenía la oportunidad lo tenía cerca, lo pateaba ZAZ!!!! y los mandaba con su fuerza lejos, muy lejos…

Su condición de burra tenía muchas cosas buenas, pero también muchas cosas "no tan buenas" ella lo sabía y en la medida de que iba descubriendo dones y defectos los aceptaba como suyos y los integraba a su propia vida (lo bueno y lo malo que ella reconocía de sí misma, decía: ESO TAMBIÉN ES MÍO.

La Burra Amarilla entendía -en su lenguaje de vida- que sus cosas "no tan buenas" eran su trabajo dedicado a ella misma, a su capacidad de crecer y reinventarse. Todo lo que la burrita quería y amaba lo hacía suyo, esa característica era la razón de muchos placeres y dolores. Todo, todo, todo lo cargaba con ella. Sus alforjas siempre estaban llenas, a reventar. Fuerte, muy fuerte "La Burra"… nadie la ayuda porque ella por su condición de burra pues: “puede con eso”.

Una burra apasionada, hace de su carga su posesión, el hecho de trabajarlo intensamente demuestra que le interesa mucho, cualquiera podría saber aquello y a quienes amaba, porque ella lo trabajaba y lo trabajaba. Cualquiera podía, verlo, oirlo y sentirlo, menos ella -por supuesto- porque siempre estaba en el trajín de ir y venir y muy pendiente de que nada ni nadie se le cayera.

Había cosas fáciles de trabajar y también cosas muy difíciles de trabajar, aun luego de mucho tiempo, ella sigue cargando con algunos temas que sabe que son difíciles para ella, no los suelta los ama, recuerden, los ama, no deja nada que ame, lo carga… La burrita "puede con eso" lo carga y lo carga, es fuerte, sabe llevar cargas pesadas y si son amadas más y más.

Un día se topo con una pereza que guindaba cómoda en una rama de una mata de mango… inmediatamente la burrita que pasaba por ahí todo el tiempo sin parar, le llamó la atención que La Pereza se movía poco, que no cargaba nada y que además estaba sonreída… La Burra un día le rebuznó desesperada:

-¡QUE FLOJA ERES! -¿QUE HACES AHÍ COLGADA DÍA TRAS DÍA, HORA TRAS HORA, MINUTO TRAS MINUTO? – ¿PARA QUÉ ESTAR COLGANDO? ¿NO ES MEJOR CAERSE DE UNA VEZ? -CON TANTO TRABAJO QUE HAY QUE HACERSE Y TU AHÍ COLGADA, SIN HACER MAS NADA QUE ESTAR AHÍ, NO LO PUEDO ENTENDER…

La Pereza (aun sonreída y apacible) le dijo:

- Yo estoy haciendo el trabajo que tú no haces.

La burra rebuznó otra vez, pero ahora hasta pateó el viento con sus patas traseras.

-¡¡¡¡¡DESCARADA!!!!!- Le dijo a la pereza. Y continuó:

-¿Cómo es eso de que tú estás haciendo mi trabajo? ¡Mi trabajo lo hago yo!, ¡Yo soy muy responsable! ¡Muy entregada a mi causa! Llevo mi carga y no la abandono, ni se la impongo a nadie –

La burra respiró profúndamente, ya más calmada, pero aun agitada y muy desconcertada por el atrevimiento de la pereza.

La pereza le contestó:
-Aquí estoy, viéndote y observando con atención todos tus movimientos de día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. Pensando, reflexionando, e intentando descifrar aquello que te pueda ayudar a hacer el trabajo que tú no haces. Ahhhh!!! También… en mi descanso de verte: medito un poco, me recargo de la energía del sol, disfruto el olor del bosque, siento la lluvia del cielo, saboreo los distintos mangos que me brinda ésta misma mata, y cuando no me vez (porque ya pasaste) amo a un perezo bellísimo, grande e inteligente, al que le gusto mucho, que vive en otra rama de ésta misma mata que me trae loquita por él. Luego, vuelvo aquí y espero a que pases de nuevo para seguir pensando, reflexionando e intentando descifrar aquello que te pueda ayudar a hacer el trabajo que tú no haces.-

Colorín colorado éste cuento no se ha acabado…

1 comentario:

  1. ahhhh, tenia a una novia yo la llamaba burrita y llegue a amarla mucho y esta lectura me recodo mucho a ella, gracias por el aporte

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